Entrada a un valle encantado en el que la tradición mezcla mitología e historia, donde misteriosos seres son moradores de bosques y ríos, guardianes de cuevas y fuentes.

El origen y la evolución de Ruente ha estado relacionado desde sus orígenes con su papel como punto de paso en las comunicaciones de la costa con la Meseta. Desde época romana, hasta el siglo XIX, muchos caminos han tenido en Ruente un punto de parada o paso, muestra de ello son su singular y curioso puente medieval y su humilladero.


Por este punto pasaron los romanos, quienes en sus escritos hicieron referencia a su singular fuente de agua. Más tarde, durante la alta edad media, entre los siglos VIII y IX, esta localidad fue lugar de asentamiento y de paso de castellanos, quienes huyendo del avance musulmán buscaron cobijo en estas tierras. Serán los descendientes de estos primeros pobladores los que, posteriormente, vuelvan a tomar este camino para repoblar el norte de castilla, siguiendo la hoy conocida como Ruta de los Foramontanos.


Posteriormente, a finales del s. XV, el camino tradicional que cruza Ruente va a ser incluido en la red de Caminos Reales, impulsado por los Reyes Católicos en un intento de articular una red extensa de comunicaciones. Más tarde, en el siglo XVI, por aquí pasará el joven emperador Carlos I en su primer viaje a España, algo que pone de manifiesto la importancia que este camino tuvo en su momento.