La unión de los reinos peninsulares y la conquista de América hicieron necesaria la creación de nuevas fortificaciones que pudieran defender al imperio de los nuevos peligros.

Durante el último cuarto del S.XVI, el rey Felipe II mandó fortificar diferentes enclaves costeros para evitar los eventuales ataques de corsarios ingleses y franceses, además de posibles enfrentamientos marítimos con las potencias europeas, hecho que se evidenció tras el desastre naval de la Armada Invencible.


Una de estas fortificaciones se encontraba en la villa de San Vicente de la Barquera, puesto que los castillos y elementos defensivos medievales se mostraban ineficaces ante las nuevas técnicas militares. A la entrada del puerto barquereño, junto al actual rompeolas, se ubicaba este fuerte: una pequeña batería a barbeta con ocho cañones, que contaba con una guardia acuartelada, un arsenal para el armamento y la pólvora, y un patio de explanada en el cual se colocaría la artillería. Durante la Guerra de Independencia contra los franceses fue, finalmente, destruida, quedando en ruina hasta hace pocos años, cuando ha sido rehabilitada, utilizándose su antiguo patio como un mirador que muestra toda la panorámica costera.