El pueblo de Cantabria que más molinos tuvo en funcionamiento desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX y en el que más vestigios nos quedan de esa actividad.

Los arroyos Garmansín y La Barcena, ambos afluentes del río Lamasón o Tanea, junto a una surgencia kárstica que existe en la localidad sirvieron para generar fuerza motriz capaz de hacer girar las piedras de los números molinos que existieron.


Fueron varios los molinos que se encontraban en funcionamiento en Lafuente hasta los años 80 del pasado siglo, como ocurrió con el molino de La Llosa, situado junto a la iglesia de Santa Juliana, al otro lado de la carretera comarcal, del cual los vecinos recuerdan que dispuso de un azud provisional formado con ramaje. Este se compone de un pequeño edificio de planta cuadrada con una sola altura, en la que destaca su amplia solana bajo cubierta, el arco de medio punto por donde desagua el arroyuelo que genera la fuerza motriz para mover sus muelas, las cuales están desmontadas en el exterior.


A otro lado de la iglesia, dirección hacia el arroyo de La Barcena, y aprovechando el caudal que llega de la surgencia kárstica, podemos ver los restos de los antiguos canales y de lo que fuera otro molino, conocido como el molino de Julio o de Covatos, que permaneció activo desde el siglo XVIII hasta los años 70 del siglo XX. Y, seguido de este, en la confluencia de los cauces, se sitúa otra pequeña edificación de planta cuadrada y tejado a dos aguas, en la que destaca un pequeño arco de medio punto, por el cual entraba el agua canalizada y movía su rodete.


En el barrio de La Llosa encontramos también, aprovechando el arroyo Garmansín, otras infraestructuras molineras.