Situada en un bucólico paraje en la estrecha franja de la barquera, desde la que se divisa una hermosa panorámica de la villa marinera y su bahía, junto con las sierras cántabras y los picos de Europa como telón de fondo.

Levantada durante la Baja Edad Media, esta ermita era un edificio de pequeñas dimensiones situada fuera de los muros de la villa. A diferencia de las parroquias y conventos dirigidos por las autoridades eclesiásticas, estos santuarios artísticamente más pobres pertenecían al devoto fervor de la cultura popular local.


Junto a la entrada de la bahía barquereña se construyó esta ermita, cuyas primeras referencias datan de principios del siglo XV, en el lugar, donde según la leyenda apareció la imagen de la virgen a la deriva en un bote sin vela ni remos. El temor a la mar y a los temporales por muchos marinos, confería un gran apego hacia la virgen, dándole un gran valor simbólico a su ubicación por la cercanía de su peligrosa entrada a puerto, anterior a la construcción del rompeolas de la barra.


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