El templo se edifica incluyendo cánones arquitectónicos góticos, como es la altura del templo, la utilización de agujas y gárgolas, aunque aún tienen mucho peso ciertos aspectos del románico como la iconografía, la tipología de las portaladas, la escasez de vanos o el aspecto robusto de la construcción.
Para el campanario se utiliza una torre defensiva existente en el lugar, no siendo concluida hasta bien entrado el siglo XVI. A las obras de edificación, que terminan a finales del siglo XIV, se le suman sucesivas ampliaciones realizadas durante los siglos XV y XVI, producto de diversas donaciones particulares y de la necesidad de ampliar el tamaño del templo. Durante los siglos XVII y XVIII, la villa pasa por una época de crisis y decadencia, situación que se plasma en el templo. En esta época solo se aborda la construcción del retablo mayor, el cual tardará bastante tiempo en pagarse, y más tarde ya en el siglo XVIII se construyen los retablos de las naves laterales y de algunas de las capillas.
De su interior destaca:
• El gran retablo de estilo barroco prechurrigueresco, construido entre 1675 y 1680, ocupa la cabecera de la nave central. De interés, en este retablo, son la Virgen de la Leche y la Asunción de la Virgen rodeada de ángeles, ambas imágenes en madera policromada y estilo gótico.
• Adosada al muro norte del templo se levanta la Capilla de San Antonio. Fue construida en el año 1521, tal y como consta en la inscripción de la entrada, por orden del inquisidor D. Antonio del Corro. En su interior se encuentran dos imponentes sepulcros, uno que corresponde al inquisidor del Corro y otro doble en el que yacen sus padres, Juan González del Corro y María González Herrera. El sepulcro de Antonio del Corro fue esculpido por el sevillano Juan Bautista Vázquez el Viejo, siendo uno de los mejores ejemplos de la escultura del Renacimiento español. Realizada en mármol blanco de Carrara se compone de una hermosa talla en la que se representa al difunto acostado de medio lado, con actitud serena leyendo un libro que sostiene con su mano izquierda. Se trata de un modelo muy poco frecuente, puesto que la mayoría de los sarcófagos son del tipo orante o yacente. A los pies del difunto, como es tradicional en la estética humanista, hay un perro tumbado símbolo de la fidelidad.